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El arte en pos de la belleza o de qué…

Escrito por Victor Hugo Osorio Saldívar | 12/12/2022 04:00:00 PM

Cuando apreciamos un paisaje (natural o arquitectónico) y se despierta en uno cierta atracción o interés por las formas, la luz, las tonalidades y las texturas, experimentamos un gusto singular al que los especialistas definen como experiencia estética. Quizá tú conserves una fotografía de un paisaje correspondiente a un sitio que alguna vez visitaste. O tal vez en tu memoria permanezca una imagen sublime de una montaña, el mar, la calle, o un pueblito pintoresco. ¿Te parece bello? ¿Te gustaría pintarlo? Si, como se afirma convencionalmente, el arte consiste en la evocación de la belleza, entonces cabe preguntarnos, ¿qué es lo bello?

¿Acaso la belleza de un objeto se localiza en este o fuera del objeto mismo? ¿Es una belleza intrínseca o dicha cualidad depende más bien de la apreciación subjetiva de quien contempla al objeto? La respuesta a estas cuestiones parece, a primera vista, evidente: sí, la naturaleza es bella per se. Así, cuando nuestros sentidos perciben el paisaje, el sonido de las aves o de un arroyo, las formas y colores del bosque o de las nubes al atardecer, la contemplación produce un estado de admiración y anhelo al que idealizamos como belleza.

Pero, si la belleza fuera una propiedad objetiva inherente al objeto contemplado, ¿por qué los animales que rodean al ser humano no parecen capaces de percibir y apreciar esa supuesta cualidad de la naturaleza? Todo indica que la contemplación de la belleza es una especial capacidad del ser humano, misma que inicia en nuestros sentidos y se extiende al entendimiento, la experiencia estética. Hasta donde nos consta, ninguna otra especie -ni los más inteligentes mamíferos- aprecia lo que el ser humano llama belleza natural.

Entonces, la belleza es un fenómeno estético, no natural. Los objetos naturales pueden resultar bellos, sublimes y conmovedores ante los sentidos-estéticos de cualquier persona, pero la naturaleza no tiene como intención ni como actitud manifestarse bella ante nuestra vista. ¿Es accidental la belleza del paisaje o la de una galaxia? En cambio, el artista (quien pinta, construye, compone una melodía o un poema, etcétera) sí contempla y persigue deliberadamente la realización de un objeto bello, al cual se le conoce convencionalmente como obra de arte. De la misma forma, el espectador que aprecia un cuadro, que admira las formas y proporciones de una construcción arquitectónica, que contempla la figura humana, esbelta y expresiva en una escultura de mármol, que escucha una composición musical o percibe las figuras retóricas de un poema también experimenta un goce estético.

La Piedad (Miguel Ángel Bounarrotti en 1499)

El tema adquiere mayor profundidad y un controvertido tono pues a lo largo de la historia han surgido posturas filosóficas muy diversas en torno al asunto de la belleza, desde las que aseguran que se trata de un atributo divino materializado en los elementos naturales, o un fenómeno del espíritu capaz de captar la verdad a través de la belleza, e incluso las que aseveran categóricamente que la belleza es la expresión de un orden universal y moral que detona su poder hipnótico en forma de transe o contemplación en alguna parte del ser humano. También existen teorías que niegan toda posibilidad de que la belleza sea un fenómeno natural y afirman que se trata de un aspecto exclusivo de la sensibilidad y el intelecto del ser humano, y que, más allá del arte, no existe la belleza como tal. ¿Tú qué opinas?

Mientras escribo estas notas, recuerdo una ocasión en que escuchaba un programa en Radio UNAM sobre grandes monumentos del pasado, y la voz de un especialista en la materia (de cuyo nombre no logré percatarme) comentaba sobre el impacto que le habían provocado a él ciertas obras célebres que había tenido oportunidad de visitar en diferentes ocasiones, el Valle de los Reyes en Egipto, el Tah Majal en la India y La Piedad de Miguel Ángel Bounarrotti en el Vaticano. Y entonces dijo: Sin duda son obras majestuosas y perfectas, de monumental belleza, pero me parece que lo que realmente motivó a quienes las realizaron fue la angustia ante la muerte. Y considerando que el nombre original del llamado Valle de los Reyes, esa imponente necrópolis de los faraones al oeste del río Nilo, es Ta Iset Maat, y se traduce como el sitio de la verdad, en efecto parece que, más allá de la belleza, es la muerte el impulso generador del arte a través de toda historia.

Valle de los Reyes en Egipto

Los comentarios vertidos a través de estas notas sobre arte, belleza y estética parecen temas sublimes para especialistas: incluso se ubican en una geográfica región académica de alta polémica. No obstante, muchos estudiantes requieren familiarizarse con dichos tópicos sobre todo cuando consideran prepararse y concursar a través de un examen de admisión para solicitar su ingreso a alguna institución superior como la Escuela Nacional de Artes Plásticas en la UNAM, La Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado (La Esmeralda) del INBA, o a carreras de diseño gráfico, arquitectónico, editorial, de interiores o de modas que actualmente se imparten en la UAM. ¿Cómo ves?