Mirada interna y externa a través del retrato

Victor Hugo Osorio Saldívar
26/09/2022 10:00:00 AM

Retratar es mirar a un personaje, y a través de sus ojos, observar la vida, percibir detalles y advertir matices de su personalidad. Es, a veces, compartir un callado secreto en su expresión reveladora.

Por su definición, el retrato es una descripción de forma y fondo sobre una persona, su aspecto físico o externo, pero también su interior, su personalidad y actitud; consiste, pues, en una descripción integral del personaje retratado. Tanto la literatura como las artes plásticas recurren al retrato comúnmente. Los dos aspectos formales del retrato son la prosopografía y la etopeya.

  • La prosopografía consiste en recrear físicamente al personaje, sus rasgos y dimensiones; su aspecto anatómico.
  • La etopeya revela la psicología y las emociones que cada uno posee. Tal vez por eso los ojos son considerados como ventana interior del personaje, pues a través de ellos nos adentramos en su personalidad.

CÁNONES ACADÉMICOS DEL RETRATO

Al pintar un retrato conforme los estándares académicos, el artista debe adoptar tres cánones básicos:

  • Ubicación central del personaje
  • Rostro despejado
  • Mirada frontal

Con múltiples variantes, los tres ingredientes de dicha receta plástica han sido aplicados por destacados pintores a lo largo de la historia en forma exitosa, si juzgamos los resultados alcanzados. Consideremos, por ejemplo, el retrato de Aline Charigot (que decora nuestra portada). Es un cuadro elaborado por Pierre Auguste Renoir a finales del siglo XIX.


Mirada interna y externa a través del retrato_Aline CharigotRetrato Aline Charigot de Pierre Auguste Renoir

Y en efecto, se trata de un afortunado y optimista retrato, en el cual la dama protagonista se ubica al centro y sus ojos hacen contacto visual con el espectador. Ella es dibujada por Renoir a base de formas curvilíneas, amplias y grandilocuentes que resaltan su atractivo. La atinada correspondencia entre colores cálidos y fríos (apastelados) con una sutil sonrisa suscita la impresión de una mujer de candorosa personalidad. El sombrero y las flores sobre la cabeza de ella representan esos detalles cuasi tácitos que contribuyen para describir por su gracia un rostro despejado, jovial y estético. Los cánones del retrato se cumplen cabalmente en esta obra, donde el resto de los recursos compositivos favorecen la descripción integral de Aline.


Mirada interna y externa a través del retrato_Autor

En el contexto de la llamada belle époque, tras concluir la guerra Franco-Prusiana, la pintura francesa pos-impresionista despertaba hacia 1871 pletórica y entusiasta. París adquiría estabilidad, luces, colores, y un dinamismo cultural óptimo para la pintura al aire libre. En dicho ambiente prometedor y prolijo, Auguste Renoir pintaba como pez en el agua, y el retrato de Aline Charigot, realizado por él en 1885, fue un ejemplar resultado de esas circunstancias. Varios años más tarde, el artista y su modelo contrajeron nupcias en 1890. El estallido de la gran guerra en 1914 y la muerte de Aline en 1915 marcaban así el final de la belle époque.

OTROS ROSTROS, OTROS COLORES

Aproximadamente en la misma época la pintura contemporánea de vanguardia estaba iniciando el prólogo artístico del siglo XX. Hacia 1907, Pablo Ruiz Picasso y George Braque realizaban ya las primeras obras en el marco del Cubismo. Dos importantes cuadros de Picasso en esta fase protocubista ese año fueron, Las señoritas D´Avignon y su autorretrato.


Mirada interna y externa a través del retrato_RetratoAutorretrato (Pablo Ruiz Picasso en 1907)

Estamos de frente a la mirada penetrante y la prominente nariz del pintor, rasgos enfáticos logrados mediante el empleo de marcadas líneas negras de esta composición. La solución caricaturesca deliberadamente grotesca y la distorsión de tendencia expresionista son características del así definido periodo negro de Picasso. También corresponden a esa clasificación el aspecto romboidal de su cabeza, los colores ocres y la influencia estética de las máscaras africanas, que tanto había impactado al joven pintor de 25 años, y de personalidad inquieta e irreverente.

Y a pesar de que Picasso desafió siempre la tradición académica, los cánones del retrato se respetan al pie de la letra en este elocuente autorretrato; posición central en tres cuartos para resaltar la geometría cubista (no totalmente de frente ni de perfil) y una expresiva mirada que interpela directamente al espectador. El rostro despejado con una frente descubierta en contraste con su cabellera negra son detalles que permiten percibir un carácter firme y un intelecto manifiesto, aspectos que nos permiten anticipar la respuesta cuando nos preguntamos qué motiva a un pintor para retratarse a sí mismo. Porque, al igual que Diego Velázquez en el siglo XVII, que Vincent van Gogh a finales del XIX y que Diego Rivera a mediados del XX, Picasso cede ante la tentación del autorretrato para decirse a sí mismo y al mundo entero que confía en su rostro y en su inquietud experimental ya que es un artista de vanguardia que día a día, en cada obra y en cada pincelada explora las posibilidades del arte contemporáneo.

Quienes estudian arte o simplemente disfrutan recreándose en alguna de ellas, pero especialmente los aspirante a ingresar a una licenciatura afín, requieren profundizar sus conocimientos sobre el retrato y familiarizarse con dicha temática, pues de ello depende un resultado exitoso al presentarse en exámenes de ingreso, por ejemplo a la carrera de Artes Visuales en la UNAM, la UAM o la  Escuela Nacional de Artes Plásticas, la Esmeralda.

 

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