A pesar de su remoto origen en tiempos del Paleolítico, el arte rupestre luce hoy fresco ante los ojos del espectador contemporáneo, con toda su fuerza expresiva y fluidez plástica que lo dimensionan como un legado universal e inmortal. El paso del tiempo le favorece pues, incluso en una audaz comparación con las vanguardias y las estridencias de corrientes pictóricas como el Cubismo o el Dadaísmo, la pintura rupestre es tan profundamente humana y precoz como podremos observar en el presente artículo.
Los motivos por los cuales el hombre de las cavernas pintaba el interior de su cueva son en sí mismos una incógnita por explorar. Quizá la respuesta es en esencia simple si partimos de los temas que abordaban: fieras y cazadores en sórdida lid, arcos, flechas y otras herramientas además de manos, genitales, figuras humanas y otras geométricas los cuales son los elementos recurrentes del arte rupestre, elaborados por el homo sapiens y el neanderthalensis en regiones africanas, asiáticas y europeas a lo largo de aquella enigmática Edad de Piedra.
¿Pero acaso el interés pragmático de la cacería agota toda explicación sobre las motivaciones de la pintura rupestre? En el fondo y seguramente ligada a las preocupaciones ordinarias que movían a esas hordas cazadoras durante la Edad de Piedra, hay que tener en cuenta la hipótesis animista (expuesta desde 1903 por Salomón Reinach al analizar el origen de la religión), según la cual la imagen de la bestia plasmada en una cueva es su ánima, capturada por el pintor rupestre en forma previa a la actividad de los cazadores. Esta mágica explicación supone que la bestia rondaría los alrededores en busca de su alma capturada, y ello es propicio para la caza. Esta es la forma en la que lo entendía el pintor rupestre, es una forma muy humana de apropiar su universo.
Si algo queda demostrado a partir de los hallazgos arqueológicos del arte rupestre a finales del siglo XIX es la profundidad intelectual de nuestros ancestros paleolíticos. No eran brutos humanoides, ni homínidos a la deriva, sino grupos humanos nómadas dotados de una mente compleja: mágica y conceptual, lingüística y simbólica. Podemos apreciar otras hipótesis sobre el cómo y el para qué de la pintura rupestre, por ejemplo el totemismo o el chamanismo, las cuales se sustentan en una interpretación con fundamentos científicos como son la condición que posee el sistema nervioso humano para la actividad onírica, la hipnosis, las alucinaciones y la misma sensibilidad estética ante el color, la figura y los trazos geométricos.
En aquel entonces nuestros ancestros ya dominaban el lenguaje y seguramente estaban desarrollando un pensamiento abstracto, puesto que elaboraban imágenes, representaban su universo y sus temores, vertían sus emociones en grandes murales cavernarios donde sin duda celebraban actos rituales como se advierte en sus obras plásticas.
Todo esto nos hace comprender que aquellos que nos precedieron eran capaces de representar el mundo circundante y a sí mismos como de reconocerse en la diversidad de los elementos que observaban a su alrededor. Sin duda experimentaron la necesidad de identificarse colectiva e individualmente en medio del todo, de distinguirse unos de otros o incluso de utilizar la palabra y la pintura para comunicar sus pensamientos y sus complejas concepciones sobre la vida y la muerte.
Por aventurado que resulte, se puede sospechar que la pintura rupestre fue el antecedente de la escritura. Si esta hipótesis es una audaz aseveración por confirmar, entonces es posible establecer a manera de analogía que de la misma forma en que la Prehistoria es una etapa muy prolongada de la historia de la humanidad. La pintura rupestre es una forma primitiva de plasmar ideas antes de la aparición de la escritura, y por tendencia de la evolución derivó en tres variantes:
La pintura rupestre equivale, en sentido figurado, al legado pictórico de la etapa infantil prehistórica de la humanidad. Esta aseveración puede sostenerse si se considera que el llamado hombre de las cavernas aún no dominaba la escritura cuando ya plasmaba imágenes y murales en el interior de las cuevas, al igual que un niño cuando pinta las paredes de su casa. Pero hay otra significativa coincidencia, puesto que ni el cavernario ni el niño poseen conocimientos académicos ni técnicas profesionales como los de un artista plástico formado, pero realizan trazos libres y aplican espontáneamente colores cargados de significado simbólico y psicológico.
Si temas como el arte rupestre estimulan tu interés y tu imaginación, pero sobre todo si como estudiante que aspira a ingresar a una institución de enseñanza superior en alguna carrera como Artes Plásticas o afín, entonces debes considerar estos temas con suma atención e incluso con verdadera pasión.
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